Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1887-1888 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 22 de junio de 1888
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Romero Robledo
Número y páginas del Diario de Sesiones: 146, 4505
Tema: Historia de la crisis pasada y propósitos del nuevo Ministerio

Pues bien, el Sr. Romero Robledo decía eso, sin recordar que el año pasado, cuando ni siquiera se había presentado aquí el proyecto de ley, ya S. M: la Reina había comprometido su palabra, naturalmente como puede comprometerla una Reina, ante una Comisión importante de Zaragoza que la visitó con la idea, con el deseo y con la pretensión de que S. M. continuara entonces el viaje a Zaragoza desde Pamplona; y como ya la estación estaba muy adelantada, S. M: dijo que iría este año, y este año ha ido, sin que entonces nadie se acordara siquiera del camino de hierro de Canfranc. (Muy bien).

De manera que, según el Sr. Romero Robledo, las ovaciones que ha tenido S. M. en Aragón se deben al ferrocarril de Canfranc, no se deben a las virtudes, al prestigio, a las relevantes y especialísimas condiciones de S. M. la Reina Regente. Pues eso no se puede decir aquí, Sr. Romero Robledo; no se puede decir por un monárquico, ni se puede decir por nadie, porque no es verdad. S. M: la Reina ha sido recibida en Aragón de la manera entusiasta que lo ha sido, independientemente del camino de Canfranc. (Muy bien).

Pero en fin, de cualquier modo, yo quiero hacer constar que de ninguna manera, ni en ninguna parte, ni a propósito de nada, he tratado yo ni trato de amenguar los prestigios ni la autoridad de la Monarquía; que siendo la verdad, como lo es, que de mí y del Gobierno no se ha hecho caso ninguno en los viajes, resulta lo contrario de lo que el Sr. Romero Robledo quería demostrar, y es, que todo lo que allí se ha realizado ha sido por la Reina y para la Reina. Yo no tenía necesidad de oscurecerme; que si la hubiera tenido, lo hubiese hecho, porque bastante oscuro soy yo en realidad para ponerme enfrente de la Reina Regente Doña María Cristina. Yo no he hecho nada, absolutamente nada que autorice al Sr. Romero Robledo a decirme lo que S.S. ha dicho, a suponer las cosas que ha supuesto y a dirigirme los epítetos que me ha dirigido, que por lo exagerados tocan ya en el ridículo, y que como ridículos considerarán todos los que los lean.

En ninguno de los actos de mi vida podrá S.S. ver nada que tienda en lo más mínimo a rebajar aquello que todos estamos en el deber de enaltecer; ni como Ministro de la Corona, ni fuera del Poder, he hecho yo jamás nada que pueda venir en desprestigio o en detrimento de los que para todos deben estar muy alto y fuera de las pasiones de los partidos políticos.

En el discurso de que S.S. ha hecho mérito, pronunciado por mí a bordo de la Numancia, ¿qué ha visto S.S. que no sea digno de un Presidente del [4505] Consejo de Ministros? Lo que no es digno, Sr. Romero Robledo, es que cuando los representantes de las Naciones extranjeras aplauden a un Ministro español, haya un español que trate de rebajarlo ante esas mismas Naciones. (Muy bien. -Aplausos).

(El Presidente pone orden en las tribunas).

Cuando tuve la honra de ser aplaudido por algunos representantes de las Naciones extranjeras, a nadie se le ocurrió buscar la explicación de que me aplaudieran como lo hicieron, no por mí personalmente, sino porque oyeron con gusto y complacencia a un Ministro español, lo cual debe ufanar a todo español, sean cuales fueren las ideas políticas que profese y que profese el Gobierno de que aquel forme parte; a nadie, repito, se le ocurrió buscar la causa de aquellos aplausos y felicitaciones en que no entendían el español; porque aun aparte de que fuera más galante suponer que, si no todos, muchos lo entendían, ha de saber S.S. que todos ellos pidieron que en el acto se tradujera mi discurso en sus respectivos idiomas para enviarlo al extranjero, y por eso en todos los periódicos se ha publicado, y a todos ha merecido elogios para este pobre Ministro español, a quien S.S. ha negado lo que no le negaron las Naciones extranjeras. Esto es lo que no es justo, ni político, ni digno de un representante del país.

Siento mucho, Sres. Diputados, haber entrado en estas consideraciones, y siento mucho más el que la hora sea tan avanzada; pero tiempo vendrá en que yo pueda demostrar a S.S. que el camino que ha emprendido no es bueno para nada, porque siempre el que quiere perturbar perturba, y para hacer daño sirve hasta el más pequeño; pero por rebajarlo todo, por denigrarlo todo, por censurarlo todo, no se va a ninguna parte más que a la humillación y al rebajamiento universal, en el cual entra también S.S. (Muy bien).

El Sr. Romero Robledo puede tener toda la animosidad que quiera contra mí, puede tenerla contra el Gobierno y contra el partido liberal; pero llevar su animosidad hasta el punto de hacer daño y deprimir al país y a las instituciones, ¡ah! esto no, hasta aquí no debe llegar S.S.; y si llega, tanto peor para S.S., porque en el mal que haga encontrará S.S. el castigo. No tengo más que decir. (Aprobación en la mayoría). [4506]



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